Las personas agradecidas son encantadoras, porque son propagadoras de la Buena Noticia.  Recuerdo la visita que hice a una mujer que llevaba doce años en un hospital por causa de una esclerosis múltiple.  Estaba sentada en una silla de ruedas y con la mano izquierda completamente paralizada.  Me contó cómo, aunque al principio se había rebelado contra la enfermedad, poco a poco había aprendido a aceptarla y a sacarle el máximo partido.  Durante nuestra conversación, sus ojos se iluminaron de repente cuando, con gran convicción, me dijo: “Padre, estoy tan agradecida por poder usar todavía mi mano derecha...”.  Me sentí profundamente conmovido al ver cómo, entre los negros nubarrones del sufrimiento, se abría un claro que permitía divisar el azul del cielo.  Y me sentí también avergonzado por haber agradecido a Dios tan pocas veces -si es que alguna- el tener mis dos manos sanas.

Piet van Breemen SJ

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