Aunque llevemos una existencia más o menos protegida, tarde o temprano, todos y cada uno de nosotros somos llevados a las fronteras de nuestra propia persona, de las relaciones cercanas, de la familia y de la comunidad. Ése es el espacio donde la vida acaba y duele. Las fronteras son las orillas de nuestra realidad, un desafío permanente para crear el futuro como don de Dios y de nuestra creatividad humana inseparablemente unidos. (….) El gran desafío es permanecer y crear en las fronteras el don nuevo de Dios, que es el de una humanidad nueva y más justa, siempre en camino hacia la plenitud.
Benjamín González Buelta sj

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