En el día de hoy meditaremos sobre la vanagloria. Ignacio de Loyola en su "Autobiografía" hace mención en varias oportunidades a que en su primera juventud fue "un hombre dado a las vanidades del mundo". Era un gentilhombre, deseoso de triunfos, proezas y brillos, en la corte, con las damas y en las batallas.
La vanagloria, la jactancia, la altivez y la presunción serán algunas de las características de este joven hasta la batalla de Pamplona ocurrida en 1521. Una bala de cañón quiebra la pierna derecha de Iñigo y le impone una larga convalecencia....Así, de a poco Dios va tallando su espíritu. Tras meses de lectura de Vida de Santos y de la Vida de Cristo comienza a replantearse su vida de vanidades y petulancia...Vislumbra una vida de consuelo cuando piensa y desea las cosas de Dios, y se siente desolado cuando recuerda su vida pasada...
Salvando las distancias, leí por estos días una breve historia de Alejandro Dolina sobre la vanagloria, y me pareció interesante compartirla en nuestro facebook. Porque mientras el personaje ficticio de la historia que copio a continuación pensó solo en sí mismo; Ignacio se dejó seducir por el Señor, hasta el punto de dejar todo por Él...
@ Ale Vallina.


"Francisco fue siempre crack. Manejaba la pelota como nadie, era rápido y remataba con las dos piernas. Los vecinos de la calle Granaderos se asomaban para verlo hacer maravillas en el empedrado. Jugó en muchos equipos infantiles y después en algunos cuadros de barrio bastante fuertes.
Su sueño era jugar en primera. Conocer la fama, bañarse en ovaciones. También codiciaba la fortuna: casas, autos, dinero, seguridad para su familia.
Una tarde, cierto dirigente de un club grande lo vio en un picado.
Realizó algunos entrenamientos con los profesionales y anduvo bastante bien. Al final lo probaron en un amistoso de verano contra el Ferencvaros de Hungría.
La cancha estaba llena. Faltaba un minuto e iban cero a cero. Tomó la pelota, sereno en su acción. Eludió a dos hombres y enfrentó al arquero. Pensó en el futuro, en el contrato, en su nombre repetido por las muchedumbres, en los viajes, en la gloria.
Le salió un tiro miserable, mordido, pifiado y la pelota pasó a tres metros del arco.
Jugó un par de encuentros en reserva y después se consiguió un trabajo bastante bueno en el ferrocarril".
Alejandro Dolina.

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